¿Qué harías si solo tú pudieses escuchar
el pulso moribundo de la tierra?
La civilización ya no existe.
Los recursos naturales se han agotado.
Apenas queda agua dulce en la superficie del planeta.
Las antiguas ciudades se han convertido en siluetas aterradoras
que se perfilan en la suciedad y el polvo que ensucian el aire.
En las montañas de Fantra, un hombre puede escuchar el lamento de la Tierra
y sentir la enfermedad que la consume.
La necesidad de comprender su don le llevará a convertirse en nómada
y recorrer los caminos de la estepa para desvelar la verdad que oculta el mundo.
Recuerda, siempre hay un reencuentro.
Hace incontables inviernos los precursores desaparecieron de la faz de Ággar.
El mundo enfermó, el agua dulce se filtró por la corteza de la tierra y la naturaleza se marchitó. El pulso del planeta, que durante tanto tiempo había latido con fuerza, se volvió trémulo y débil.
Ággar se convirtió en una estepa sin fin. El cielo se cubrió de polvo y ocultó las estrellas.
Algunos días, cuando el viento sopla con fuerza y consigue abrir el manto de suciedad que contamina el aire, se pueden ver los restos del antiguo mundo; aquellos que los esteparios y su superstición llaman las Montañas Huecas.
En el corazón mismo de la Estepa, en las cordilleras que limitan la gran Meseta de Fantra, vive un hombre con un don muy especial.
Puede escuchar el latido moribundo de Ággar y también las voces de los que vivieron antes que él y no pudieron abandonar la Estepa.
Estas voces y una enorme pérdida le llevarán a emprender un peregrinaje para encontrar el mismo corazón de Ággar y, quizá, descubrir la cura al mal que lo consume.
Esta es la historia del Nómada de Ággar y de todos aquellos que se cruzaron en su camino. Y, por supuesto, también del perro.
